domingo, 24 de abril de 2011

Mi nuevo barrio

Salimos de casa dispuestos a explorar la barriada. La mente abierta, todos los sentidos puestos en los locales y personas que veremos habitualmente a partir de ahora. ¿Hacia dónde vamos?Probemos primero a la izquierda. Comenzamos a recorrer la calle hacia el norte y poco a poco se nos va olvidando que estamos en Bélgica. El cielo azul, el sol casi quemándonos y la gente hablando portugués. Llegamos a la plaza de los mercados y un edificio pintado en verde y rojo hace esquina y su letrero reza Café O Espigueiro...¡y ponen café Delta!Estamos en el barrio portugués. Parece que un avión nos haya transportado y las pizarras de los bares anuncian dorada a la sal y otras delicias en lugar de Frituur. Continuando la misma calle dirección sur y pasando nuestro portal llegamos a los alrededores de la estación central. Gente de todos lados se cruzan sin parar repartiéndose por toda la ciudad y se mezclan con los turistas con gafas de sol que tranquilamente beben cerveza belga en las agradables terrazas de la calle De Keyserlei. La oferta gastronómica ha cambiado ahora y los camareros sirven comida belga, italiana, mejicana, japonesa...toda la diversidad posible para agradar los diversos gustos de todos los turistas que por allí pasan a diario. El nivel de los restaurantes ha subido en esta zona, así como los precios, y se pueden observar coches de las más altas gamas posibles. No sólo hay restaurantes y bares, las tiendas más chic, algunas asequibles, otras prohibitivas se pueden encontrar aquí y unos grandes almacenes completan esta abarrotada calle en la que lo mismo pasan ejecutivos volviendo del trabajo en bicicleta que un grupo de turistas americanos deboran unas fritjes con ketchup o una elegante pareja busca muebles en una tienda de decoración a la que nosotros ni nos atrevemos a mirar los precios.  Pero si, una vez llegados a la estación central, miramos hacia el norte, encontramos un enorme pórtico que nos anuncia la entrada a China town, aunque más que China town podría llamarse China street, pues se trata sólo de una calle. Una calle llena de chinos trabajando en resturantes chinos. Lo que a priori podría parecer un reclamo turístico por lo llamativo del pórtico, no lo es tanto. Por esa calle no se ven tantos turistas, lo que más se encuentran son chinos comiendo en sus propios locales y comprando en sus tiendas especializadas en productos orientales. Se nos ocurre que si algún día nos apetece comer comida china no habrá lugar más auténtico que aquél. Al terminar la calle llegamos a la plaza De coninckplein. Un grupo de jóvenes negros juega al baloncesto y aquí la moda afro no es una moda, sino lo habitual. Estamos en la plaza africana. Las familias africanas se reunen aquí alrededor de la explanada, aprovechando el buen tiempo. A su vez, en uno de los laterales de la plaza un moderno edificio acristalado destaca y nos llama a entrar. Nos encontramos una sugerente cafetería que comunica directamente con una novísima biblioteca. Entrando y saliendo de ella se puede observar a gente de todo tipo: belgas mezclándose en la plaza con los africanos y los chinos que van de paso hacia "su ciudad". Al salir de la plaza solo tenemos que recorrer 100 metros más para llegar de nuevo a nuestro portal. Miramos el reloj, no hemos estado fuera ni media hora, pero hemos paseado por Portugal, por África, por la Bélgica más turística y comercial, y por China. Y en ese primer paseo no se nos ocurrió explorar la parte de atrás de nuestro edificio, donde ahora sabemos que está la plaza más estudiantil de Amberes dada su cercanía al campus del centro de la ciudad y el comienzo del centro histórico...pero eso ya es otra historia.

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