jueves, 4 de diciembre de 2014

Seis maneras de viajar

Este año he tenido muchas horas de avión, la mayoría viajando sola, y con ellas, mucho tiempo de reflexión.  ¿Recordáis cuando me daba miedo volar? Pues a fuerza de costumbre se me pasó. Tampoco necesito ya estar en el aeropuerto con hora y media de antelación. A todo se acostumbra una. En uno de mis últimos viaje de avión, me encontraba leyendo la revista de la compañía aérea, esa en la que te describen las maravillas de todas aquellas ciudades a las que vuelan, aunque el destino sea elegido más por cuestiones estratégicas que por encantos urbanísticos. El caso es que leyendo esas revistas me acordé de mis viajes Erasmus, del ansia de conocer cada una de las ciudades europeas que quedasen a mi alcance económico y geográfico. La reflexión acerca de cómo ha cambiado mi forma de ver los viajes fue inevitable, y me hizo pensar que al fin y al cabo, yo no soy un caso especial y que esta forma de viajar nos ha marcado a una generación que hemos recibido diversos nombres: ninis, generación perdida, generación de los 80. Veamos:

1) Vacaciones familiares: El primer recuerdo que tengo de viajar es a mis padres cogiéndome en brazos de madrugada, para montarnos en los asientos traseros del coche y que pasásemos la noche durmiendo mientras mi padre conducía. Era el inicio de las vacaciones de verano. Cada año a un lugar diferente, normalmente de naturaleza. Ya entonces recuerdo la ilusión, la emoción por lo desconocido que me esperaba al final del trayecto. Mis padres plantaron en mi la primera semillita del placer de viajar. Más adelante, a medida que crecía y era más consciente de la proximidad de los viajes, recuerdo pasarme la noche anterior sin poder dormir, como si los Reyes Magos fueran a venir. Deseando meterme en el coche y dormir, ver el paisaje por la ventana, cantar canciones y comer las golosinas que mi madre tenía preparadas. Habitaciones nuevas, mar, montaña, diferentes comidas...¡era lo mejor del verano!

2) Viaje de fin de curso: Pero a quién no le llegó el momento de renegar de los viajes familiares. Quién no empezó a aburrirse de que sus padres decidieran que las vacaciones eran para apartarlos de sus amigos y encerrarlos con sus hermanos (a los que ya tenía muy vistos) lejos de sus nuevas amistades. Recordemos que por aquel entonces no existía facebook, Tuenti o whatsapp para mantenernos en continua conexión con nuestro propio mundo. Así que cuando llegaba el viaje fin de curso, la emoción estaba servida. En estos viajes, para que vamos a engañarnos, no importaba la cultura, para nada, sólo la libertad de estar fuera de casa. El desorden de todo, de comidas, de sueño, de habitaciones, era lo más de lo más. Te daba igual que te llevaran a Madrid, Barcelona o París, lo que más disfrutarías sería el viaje de autobús y las reuniones salvajes de por la noche en las habitaciones. La visita diurna del día siguiente sería recordada entre ojeras y sueño.

3) Erasmus: y el gran invento de nuestra generación llegó, el año Erasmus. La madurez, la mezcla de ganas y energías de conocer nuevas culturas, pero a la vez, la fiesta continua. En cierta medida, éste es el culmen de los viajes: conseguíamos estar activos de día y de noche. Nos conocíamos los lugares de fiesta de cada lugar y todas las actividades culturales. Desfasábamos y nos culturizábamos. Eso sí, con presupuesto limitado y dejando, por ejemplo, el turismo gastronómico para cuando consiguiésemos nuestro primer sueldo.

4) Escapadas post-erasmus: la depresión post-erasmus existe. Y tanto. Una vuelve a casa, intenta recuperar el ritmo “normal”, pero algo ha cambiado en su forma de entender la rutina. Un sentimiento residual queda, las distancias se han acortado y ahora sabes que es posible conocerte cualquier capital europea en un fin de semana y con presupuesto limitado. Así que continúas viajando para romper con la rutina. Cada vez hay menos lugar para el desfase, y más para la cultura. Tal vez el grupo de viaje se haya reducido y ahora no viajas con 20 amigos y lo haces solo con tu pareja…Pero le gusanillo sigue ahí: cada vez que te montas en un avión estás leyendo una guía y expectante por saber cómo viven allí donde hay nieve en marzo, o donde hace nada que vivieron la Guerra Fría.

5) Viajes al extranjero … y del extranjero a casa: se acabó la carrera, o los estudios, o esos años que te pasaste echando curriculums. Te das cuenta de que no vas a encontrar trabajo cerca de donde vives y estudiaste. Al menos no un trabajo que te ayude a sentirte realizada, pero piensas que tantos años de estudio se merecen un trabajo remunerado, a poder ser relacionado con aquéllo con lo que has amueblado tu cabeza durante los últimos años. Y la semillita del viaje ya está ahí: el erasmus, los aviones, los idiomas. Te sientes capaz de irte, no le tienes miedo, ya lo has hecho antes. Así que empiezas a ampliar la búsqueda a cualquier país en el que te permitan empezar a trabajar hablando inglés.  Lo consigues y te montas en otro avión. Esta vez la ilusión es distinta. El próximo billete de avión lo pagaras con tu propio sueldo. Y aquí empieza otra manera de viajar: los viajes de vacaciones y fin de semana a casa de tus padres. El mundo al revés. Cada vez que te montas en un avión es para regresar a lo conocido, a la zona de confort. Hasta que tu nuevo país de residencia se convierte en tu nueva zona de confort y te encuentras viajando entre tus dos vidas durante un tiempo. Ésta es, sin duda, una nueva manera de viajar. Me imagino que quien la haya vivido, estará de acuerdo conmigo.

6) Viajes de trabajo: tu vida ha cambiado, ya no eres veinteañero. Estás cerca de los treinta o en la treintena. Eres afortunado: estas trabajando. Y en algo que te motiva. Pero los tiempos han cambiado y la globalización es una realidad. Muy probablemente, tengas que viajar mucho por trabajo y con una agenda muy apretada. Afortunadamente, tú sabes cómo sacar partido a un viaje express. El estrés de un viaje de trabajo es alto, pero ahora tienes dinero para entrar en un restaurante y probar los platos típicos del lugar. Seleccionas los tres puntos más importantes de la ciudad y no te vuelves sin haberlos visitado. Y al final has trabajado y has conocido nuevos lugares. Con un poco de suerte te llevarás bien con tus compañeros de trabajo, y también disfrutarás de la compañía. Otras veces, muchas, te tocará visitar lugares en solitario. Definitivamente, el grupo de viaje se ha ido reduciendo, desde los 20 amigos de erasmus hasta un día encontrarte sola enfrente de un cuadro famoso en algún museo europeo, que también tiene su gracia.


Y hasta aquí he llegado por ahora. Intuyo que continuaré viajando, pero que la forma de viajar seguirá cambiando. No sólo mi vida, también este mundo loco en el que vivimos. Me pregunto qué otros viajes me esperan, cómo los viviré. Sea como sea, reflejarán mi realidad, mi forma de vida. Y hoy voy a ser atrevida: diría que la forma de vida de la mayoría de los jóvenes de mi generación, los ninis, la generación perdida, la generación de los 80.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Fuera de la zona de confort

No se puede decir que últimamente esté frecuentando mucho mi zona de confort. Por eso me gusta mucho ver este vídeo, para recordarme el porqué mi vida no es tan cómoda como a veces deseo. Especialmente hoy, preparando mi estancia de un mes en Suiza.

Buen lunes y bienvenidos a la zona mágica...





viernes, 17 de octubre de 2014

Che Buenos Aires, me robaste el corazon

Tras el viaje que motivó mi entrada Che Argentina, me robaste el corazón, he vuelto a Argentina, o más bien, a Buenos Aires.

Hace dos años, Buenos Aires me decepcionó bastante. ¿Aquélla era la ciudad que volvía loco a Sabina?...Algo no me cuadraba. Una mega urbe al estilo europeo, pero con el desorden latino. Solo tenía dos días para visitar la ciudad, con manifestaciones y lluvia de por medio. Un caos. Uno de los dos días lo pasé intentando llegar al centro en mitad de una descontrol total. Mientras que los porteños se empeñaban en comentar que eso era lo normal en Buenos Aires. Sinceramente, yo no le encontraba el encanto.

Salí aliviada de una ciudad en la que no había encontrado mi lugar. Tan sólo encontré mi momento de paz cuando conseguí entrar a visitar el Teatro Colón, una maravilla porteña que no me pasó desapercibida, incluso con lo poco receptiva que andaba...


Pero esta vez ha sido distinto. Esta vez no había prisas turistas, y sí más contacto con los porteños. Esta vez ha habido menos turisteo, menos ojeadas a la Trotamundos, y más cafés, más música, más empanadas para llevar y comer en el parque, más asados, más risas, más conversaciones y…¡más asados!

Buenos Aires es vibrante. ¿Cómo no lo vi antes? Es como una de esas personas extrovertidas que todo el mundo se cruza alguna vez en la vida. Esas cuya presencia es tan arrolladora y la energía que desprende tan enorme, que al primer contacto cohíbe y puede causar incluso rechazo, pero que, si le das una oportunidad, y pasas más tiempo con ella, aprendes a llevarla, puedes hacer uso de su energía positiva, y su empuje te contagia... Así es Buenos Aires. Un torrente de energía, vida nocturna y diurna mezclada. Una ciudad llena de artistas callejeros, oficinistas con ojeras que por la noche tocan la guitarra o músicos que por el día se dirigen a la Faculta de Agronomía. En Buenos Aires ocio y trabajo se mezcla y no hay lugar para el descanso, porque el descanso es tomar mate o vino con amigos. ¿Para que dormir si se puede improvisar un asado en buena compañía? El mate… juraría que esa yerba tiene propiedades un tanto sospechosas, y es la responsable de la hiperactividad porteña.

Y así fue como, poco a poco, día a día, fui venciendo la fiaca de ir a la universidad en colectivo (trayecto de una hora ida y otra hora de vuelta) y a sentir como la energía me contagiaba.

Y disfruté los trayectos en colectivo,
los paseos por el microcentro,
Palermo y sus tiendas de moda,
El río marrón del que no se ve la otra orilla,
El humor y cine argentino, con Ricardo Darín en Relatos Salvajes
De la librería-teatro El Ateneo,
Y de las otras muchas librerías que encuentras en sus calles,
De la elegancia de La Recoleta,
Del tango de barrio,
Del Che, boludo, de la joda y de la cumbia argentina.
Disfruté de la magia de Buenos Aires.

Ya hace un mes de mi viaje, y quería escribir esta entrada ahora, antes de que toda la energía recolectada durante mis dos semanas en Buenos Aires se diluya...Volveré.

De España a la Argentina, qué meneo, qué vaivén, qué ajetreo, qué mareo, qué ruina



viernes, 5 de septiembre de 2014

Stoner: la historia de un hombre que nace, crece, se reproduce y muere

Así de simple, y así de perfecta. Stoner (John Williams, 1965) me ha pillado de sorpresa y con la guardia baja. Aunque compré el libro debido a las numerosas críticas positivas y entusiastas que encontré por internet, no me imaginaba la delicia que estaba a punto de leer. Intento buscar una palabra que haga justicia a la novela que he leído, y solo se me ocurre decir que es una novela delicada, perfecta y simplemente delicada.

No le falta ninguna palabra, no le sobra ninguna. Jamás me había conmovido tanto una historia simple, sin asesinos, ni intrigas, ni dramas inesperados. Es la vida misma, una vida como otra cualquiera, de un hombre que, en vista a sus decisiones vitales, podría pasar por un conformista sin más, pero que John Williams nos presenta tan intensamente que podemos palpar su grandeza, la grandeza de su simpleza. Acomodadizo, sí, pero Stoner es un hombre fiel a sí mismo.

No os puedo contar nada, no ocurre nada que pueda servir de reclamo para llamar vuestra atención. Como ya adelanto en el título, Stoner es la historia de un hombre que nace, crece, se reproduce y muere. Pero qué hombre, qué historia. Tan agusto me sentí leyendo Stoner, que tuve que buscar el momento propicio para acabarlo, sabiendo que necesitaría saborear el rastro que sus palabras dejarían al final, al igual que el sabor que el buen vino nos deja en los labios.

Ésto es literatura de la buena. Es una oda a la vida.

Así que, lector/a, compra el libro, ponte cómodo y disfruta de la (extra)ordinaria vida de Stoner. No te defraudará.

P.S.: No podía irme sin transcribir este fragmento sacado de Stoner  de un profesor universitario describiendo a la universidad. Sin palabras.

Y así la providencia, la sociedad, o la suerte, como quieras llamarlo, ha creado esta cabaña para nosotros, para que podamos refugiarnos de la tormenta. Es para gente como nosotros por lo que existe la universidad, para los desposeídos del mundo; no para los estudiantes, ni para la altruista búsqueda de conocimiento, ni por ninguno de los motivos que se aducen por ahí. Nosotros distribuimos el raciocinio y permitimos el acceso a él a algunas personas comunes, a aquéllos que encajarán mejor en el mundo. Pero se trata sólo de un barniz protector. Al igual que la Iglesia en la Edad Media,a la que le importaban un bledo los seglares e incluso Dios, también nosotros sobrevivimos gracias a nuestros engaños.


Stoner


jueves, 3 de julio de 2014

La importancia del carbono, sin perder la perspectiva (2)

De vez en cuando entre mis actividades investigadoras, me topo con algún razonamiento que me chirría, que me vuelve hacer pensar en aquéllo de lo que ya escribí acerca de los sesgos en investigación y sus causas. Y en momentos como ésos, a veces encuentro artículos que acaban de estimularme del todo para hablar de cómo la interpretación de resultados en ciencia no es absoluta...

Empecemos por el artículo, para los que estén interesados:

Körner C (2013) Growth controls photosynthesis - mostly. Nova Acta Leopoldina 391:273-283

Y ahora la historia, que dice así:

El carbono es importante: después del agua, es el elemento más abundante en  nuestro cuerpo. Lo mismo ocurre en la vegetación. Y ya sabemos que el carbono también forma parte del dióxido de carbono (CO2), ese archiconocido enemigo, provocador del efecto invernadero. Al final del siglo XIIX, se descubrió que las plantas no "comían", es decir, no tomaban el carbono del suelo como se pensaba, si no de la atmosfera: tenían la capacidad de transformar CO2 en oxígeno a través de la fotosíntesis. Este descubrimiento fue tan transcendental, que hoy en día es una de las lecciones de biología más importantes en las escuelas. Porque de la fotosíntesis depende el equilibrio de la atmósfera, y por lo tanto, nuestra respiración.

Y ahora que sabemos que el cambio global existe y que las cantidades de CO2 en la atmosfera están aumentando exponencialmente, las plantas se convierten en nuestras mejores aliadas. Al fin y al cabo son máquinas perfectas que atrapan este CO2 y funcionan como almacenes de carbono. Y con esta idea en la cabeza han proliferado experimentos para comprobar que, efectivamente, el aumento de CO2 puede ser un motor para producir más vegetación, y por lo tanto, almacenar más carbono en la tierra. La tecnología ha permitido desarrollar instrumental para medir de forma rápida la actividad fotosintética y comprobar que, a mayor cantidad de CO2 en la atmósfera, más "trabaja" la planta, mas fotosíntesis hace y su producción de tejido vegetal aumenta exponencialmente. Al fin y al cabo, si la "comida" esta ahí, ¿por qué no comerla?

Y así, una gran idea se ha incorporado en la investigación del ciclo del carbono: la producción fotosintética controla el crecimiento vegetal y por tanto, la acumulación de carbono en bosques y otros sistemas naturales. Si hay más CO2, las plantas aumentarán su actividad fotosintética y por tanto su masa vegetal. Pero en este razonamiento nos olvidamos de algo: el carbono no lo es todo.

Cualquier organismo vivo necesita mantener un perfecto equilibrio entre los elementos de su cuerpo. Por muy importante que sea el carbono, si éste no se encuentra en proporciones adecuadas con otros nutrientes, los tejidos no pueden formarse. Las plantas no son almacenes de carbono, son células vivas. Así pues, si en un ecosistema natural hay mucho CO2 disponible, las plantas podrán hacer fotosíntesis, pero si en el suelo hay falta de nutrientes o agua, no podrán crecer y formar nuevos tejidos.

Parece obvio ¿verdad? Es como si a nosotros nos colocasen delante de un manjar sin fin, pero con agua limitada; en algún momento dejaríamos de ser tan felices ante tal manjar, nos llenaríamos y empezaríamos a competir entre nosotros por el poco agua que queda en la mesa. 

Si queremos saber el crecimiento final real de algo no medimos una única fuente de alimento, si no el conjunto de los alimentos que se necesitan para crecer. Si uno de ellos escasea (por minoritario que sea), la formación de nuevo tejido parará, aunque la planta continúe tomando CO2.  

Y si todo es tan obvio, ¿por qué aún no está completamente integrado en la comunidad científica? Pues porque medir la capacidad fotosintética de una planta se ha convertido en algo fácil gracias al instrumental, pero tener en cuenta la limitación de nutrientes en el suelo, la competencia por el agua y la formación de tejidos es algo mucho más tedioso y no está tan automatizado. 

El carbono y la tan popular huella del carbono está en el punto de mira de todos: en ciencia, en política, en empresas. Es importante sí, pero el carbono no viene solo. Nitrógeno y fósforo, por ejemplo, empiezan a asomar sus cabecitas en las agendas de los científicos. Pero son mucho menos conocidos que el carbono, y aún hay mucha ciencia que desarrollar para llegar a entenderlos completamente.


Una vez más, hagamos uso de los avances tecnológicos, pero no dejemos que estos sesguen la forma de analizar lo que ocurre a nuestro alrededor. Continuemos mirando a lo desconocido y así podremos llegar a predecir como nuestros ecosistemas responderán al cambio climático. Estudiemos el carbono, sí, pero sin perder la perspectiva. 


martes, 22 de abril de 2014

El Día de la Tierra

Por el Día de la Tierra os propongo ver, primero, un vídeo para deleitarse con las maravillas que nuestro planeta esconde...



Segundo, un video representando la crueldad del hombre hacia lo que la Tierra nos ha dado.



Anda, a reflexionar aunque sea unos minutitos, que aún estamos a tiempo de minimizar daños (e invertir el final de la historia).

lunes, 7 de abril de 2014

Drie jaar geleden...

Hace tres años llegué a Bélgica. Llovía. Nosotros reíamos, éramos puro entusiasmo, ¿qué nos traería esta nueva aventura? Han pasado tantas cosas en tres años...

Estos tres años me han dado nuevos amigos, paciencia, un anillo de compromiso. Me han enseñado que, después de todo, el inglés no es el idioma universal, que hay que hacer esfuerzos por aprender la lengua local para entender los matices de una cultura. Me han descubierto una forma de fracasar que nunca había conocido antes, y con ella, una madurez y serenidad nuevas. Estos tres años me han servido para iniciarme en la repostería (con unas cuantas cookie-times de por medio....). Me han enseñado a estirar mis límites continuamente, como si de una goma elástica se tratase... He aprendido palabras en flamenco, y en argentino. He cocinado mejillones al estilo belga.

Estos tres años han traído muchos viajes en avión, me han descubierto una nueva forma de viajar, un pelín más desagradable. Pero he aprendido a asimilar esa continua sensación de estar en dos lugares a la vez, pero en ninguno al mismo tiempo. Estos tres años me han dado un ahijado fantástico y, con él, una nueva forma de querer; me han dado tres bodas de buenos amigos (y alguna que otra que nos tuvimos que perder). He pasado mi primera noche en un hospital. 

Tres años dan para mucho. He redescubierto gustos, por el jazz y por la sopa; he afianzado otros, bailar, bailar y bailar. He descubierto el placer de hacer yoga. He aprendido cómo convertir una casa en un hogar. He conocido a Rozalén. Me he enganchado a The National. 

Durante estos tres años he tenido muchos ruidos de obras, mucho insomnio y lluvia. He aprendido a valorar el sol. Me he acostumbrado a no entender a la gente conversando en el tranvía o autobús. He convertido los pantalones impermeables en una prenda imprescindible al salir de casa. Me he comprado mi primera bicicleta de paseo. He corrido dos carreras populares. He presentado mi primer poster, he dado mi primera charla en inglés. He entendido que investigar no es lo que yo pensaba. 

He vuelto a Paris y Ámsterdam una y otra vez, he conocido Tailandia, Nepal, Argentina, Belgrado, Menorca, Viena, Aviñón, Orleans... 

Me he enfrentado a muchos de mis mayores defectos y miedos y he tenido que aceptarlos. He cometido errores, los he superado. He preparado fiestas para 20 personas, he disfrutado de muchas cenas íntimas. 

He reído, he llorado, me he frustrado, mucho. He confirmado que ya hace tiempo que elegí a mi compañero de viaje delante de más de 200 personas. Me he montado en una bici vestida de novia. Estos tres años me han enseñado que la felicidad la dan las personas, no el lugar. He corroborado que una vida cabe en dos maletas y cuatro cajas. He descubierto el placer de mandar tarjetitas para felicitar todo tipo de eventos a las personas queridas. 

Estos tres años me han cambiado. He aprendido a valorar otras culturas, y he aprendido a valorar la mía propia, con tópicos incluidos (¡sí, me gusta bailar sevillanas!). Soy más flexible.

Estos tres años también me han quitado cosas, especialmente tiempo con la familia. Me he perdido comuniones de personitas importantes para mí, cumpleaños y reuniones.

Sin embargo, no me queda nada más que agradecer a Bélgica todo lo que me ha dado en los tres años más intensos de mi vida. Redescubrirse a través de una cultura diferente es fascinante. La repentina insatisfacción al entender que ningún sitio es perfecto es un combustible ideal para VIVIR, vivir muy intensamente aprovechando lo bueno de cada lugar.

Hace tres años llovía, nosotros éramos puro entusiasmo...¿qué nos deparará la próxima aventura? 



viernes, 21 de marzo de 2014

Canciones que emocionan

Y punto.



Deseo

Te seguiré hasta el final
te buscare en todas partes
bajo la luz y la sombra
en los dibujos del aire.

Te seguiré hasta el final
te pediré de rodillas
que te desnudes amor
te mostraré mis heridas.

Y con las luces del alba
antes que tu te despiertes
se hará ceniza el deseo
me marchare para siempre.

Te seguire hasta el final
entre los musgos del bosque
te pedire tantas veces
que hagamos nuestra la noche.

Te seguiré hasta el final
con el tesón del acero
te buscaré por la lluvia
para mojarme en tu beso.

Y con las luces del alba
antes que tu te despiertes
se hará ceniza el deseo
me marcharé para siempre.

Y cuando todo se acabe
y se hagan polvo las alas
no habré sabido porqué
me he vuelto loco por nada...

Te seguire hasta el final
por la escalera del viento
por rogarte por Dios
que me hagas sitio en tus besos..

Y con las luces del alba
antes que tu te despiertes
se hará ceniza el deseo
me marcharé para siempre...

Y cuando todo se acabe
y se hagan polvo las alas
no habré sabido porqué

me he vuelto loco por nada...
Pedro Guerra

sábado, 8 de febrero de 2014

El placer de leer

¿Alguna vez has sentido que, a dos páginas de acabar un libro, necesitas parar, saborear el momento? ¿Te has debatido entre las ganas de conocer el desenlace y las pocas ganas de llegar al final?

Entonces supongo que, como yo, consideras leer como un gran placer, insustituible, diferente. La emoción al leer la primera frase, la curiosidad por la historia que te contarán, por situarte: época, clase social, momento histórico, carácter del personaje...Todo es posible, todo puede pasar, y durante unos días lo que le ocurra a los personajes de tu libro formará parte de tu vida. Tu empatía crecerá y, si la historia te ha enganchado, te será difícil dejar marchar a los personajes.

He estado en tantos sitios diferentes y he conocido tantas costumbres gracias a los libros...Incluso he aprendido a interpretar comportamientos, a detectar diferentes personalidades. Y sí, bueno, son sólo historias ficticias, o historias reales rodeadas de situaciones ficticias, pero no puedo olvidar que la mayoría de las veces la realidad supera con creces la ficción.


Esta reflexión la escribí en un tren, con lágrimas en los ojos, tras despedirme de mis últimos personajes, compañeros durante unas semanas, los personajes de la novela Mil soles espléndidos, de Khaled Hosseini. Es el último de dos libros que me han enganchado sobremanera y que, si bien son muy distintos, existe un fuerte punto de conexión... 

- Mil soles espléndidos                                                            
    Khaled Hosseini  
- Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea
   Annabel Pitcher   

Creo que he aprendido bastante leyendo ambos libros, de una cultura muy distinta a la nuestra, pero también de la nuestra propia. Y al final, va a resultar que las formas son distintas, pero los sentimientos son universales...