domingo, 17 de julio de 2011

En la sencillez está la belleza

Se me había olvidado y ayer Woody Allen me lo recordó en Midnight in Paris. Me contó una historia de personajes complejos, de realidades que no son realidades y de verdades como la misma vida misma con una simpleza pasmosa. Y no por eso el resultado fue una película sencilla, al contrario.

Me metí en la sala del cine algo temerosa, pues últimamente no me siento muy cómoda con mi inglés y había leído en la sinopsis de la película algo como "el protagonista cae en una especie de hechizo que le transporta a otra realidad...", lo cual prometía ser bastante surrealista. Tenía miedo a los diálogos complejos que difícilmente podría entender y para los que los substitulos en Dutch no me servirían de mucha ayuda.

Sin embargo, cada conversación quedó cristalinamente clara, aunque el que hablara fuese Hemingway y el tema fuera el miedo a la muerte. Cada plano fijo transmitía la atmósfera parisina por sí solo, cada primer plano presentaba el alma del personaje en los primeros segundos. Paradójicamente, los personajes a los que más me costó entender fueron al convencional matrimonio americano y al cultivado (más bien pedante) profesor de universidad, que creía saberlo todo. El resto de los protagonistas del cuento de Woody Allen eran tan reales como los artistas de la "Generación perdida" del París de los años 20, pero a la vez tan atemporales que se volvían irreales. Son grandes y complejos, simples y entrañables y se muestran tal cual en escenas claras, lentas, estudiadas y hermosas.

Esta película tuvo otro efecto en mí: me ha reconciliado con París, ciudad de la que me enamoré, me decepcionó, me desenamoré, en la que volví a fijarme hace un par de meses y a la que ahora quiero volver. Vaya introducción de Midnight in Paris más acertada, vaya prólogo más bien conseguido: muestra un París real, actual, con y sin lluvia, con y sin turistas, con gente bohemia y sin gente bohemia, el París que todos podemos ver en un fin de semana de visita, pero que por alguna razón en la cámara dirigida por Woody Allen toma una dimensión encantadora. Tras ese breve preludio, uno ya está listo para comenzar a ver la película. Y tal vez para entender que no siempre todo tiempo pasado fue mejor, que nuestra era del cambio climático, de internet y de la globalización tal vez sea vista como la edad de oro en un futuro no tan lejano.

Se puede encontrar en el presente lo que tan ansiosamente intentamos buscar en el pasado perdido. Gracias Woody por este Carpe Diem tan bien narrado.